Espeleólogo: Carlos Evia Cervantes

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Antropólogo apasionado que ha dedicado su vida a descender a las entrañas de la tierra para develar sus misterios mediante un estudio sistemático. Su conocimiento lo ha compartido con las generaciones que seguirán sus pasos.

texto y foto: Gibrán Román

Durante más de 43 años, Carlos Augusto Evia Cervantes ha llegado a donde la imaginación probablemente no lo permite, porque ha explorado 266 cuevas en 696 expediciones en los estados de Puebla, Nuevo León, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y por supuesto, Yucatán.

La Unión Mexicana de Espeleología lo ha condecorado con una mención honorífica, pues desde 1971 realiza investigaciones y descensos a las profundidades de la tierra y a la par, ha formado generaciones de jóvenes espeleólogos que han sido cultivados con sus consejos.

En primera instancia nos relató cómo inició esta gran aventura: ‘Estaba estudiando la preparatoria cuando mi amigo Humberto Rodríguez Cural me invitó a las grutas de su pueblo, las de Lol-Tun. En aquel entonces, las grutas no tenían iluminación y sólo iban quienes sabían de ellas y contrataban ellos cont rataban a Don Vicente Márquez Pacho; a quien tuve el placer de conocer. Cuando conocí las cuevas, ya no pude sacarlas de mi mente, regrese una y otra vez; tanto que mi madre reclamaba mi adicción’.

A sus compañeros siempre les advierte que después de la primera visita, se vuelve un vicio, un viaje sin retorno. De forma gradual se contagia esa ansiedad de aventura, la cual a pesar de que Carlos ha intentado guardar en el baúl; de forma innegable vuelve a resurgir por azares del destino, pues lo buscan para que realice una inmersión para que de su veredicto sobre alguna nueva gruta. ‘En los últimos años, diversos presidentes municipales, sociedades ejidales e incluso el mismo gobierno estatal, ha requerido de los servicios de capacitación de guías para diagnosticar cenotes, con la finalidad de convertirlos en destinos turísticos’.

En el año de 1982 formó el primer grupo de espeleólogos en el estado, al cual llamaron ‘Vicente Márquez Pacho’ en honor al famoso guía de Lol-Tun. Al principio, el grupo no tenía claro los objetivos, iban sólo para entretenerse y divertirse; sin embargo, poco a poco, provocó conflictos de intereses personales, por lo que se desintegró.

‘Recuerdo que en 1990, el director de la Facultad de Ciencias Antropológicas nos apoyó al traer al personal de la Sociedad de Espeleología Cubana, con quienes aprendimos a hacer espeleología: el uso de un equipamiento personal como overol, casco, guantes, lámparas adosadas al casco’, resaltó.

Las primeras lámparas empleadas fueron de mineros soviéticos, las cuales funcionaban con acumuladores independientes; ahora gracias a la tecnología y las lámparas LED, es más fácil la exploración.

Con la iniciativa de alumnos de la misma facultad, Evia Cervantes encabezó en 1997 la concepción de un nuevo gremio de espeleología. En esa ocasión puso en práctica lo aprendido de los errores cometidos en la ante rior asociación y de forma ejemplar creó una estructura sólida compuesta por un presidente, secretario y tesorero. Como parte de la reglamentación, se contemplaba la realización de una bitácora para que la exploración fuera productiva y además, era indispensable la recolección de información relacionada con vestigios, fauna o flora de la caverna.

Han transcurrido 17 años desde que inició el proyecto y ahora, la forma de ingresar a las profundidades de la tierra es siempre con la conciencia de hacer una buena investigación antropológica.

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